miércoles, septiembre 19, 2007

De por qué hoy no odio el maispes (volumen único)

Hace casi dos semanas Elan tuvo un concierto en Mexicali. Me rehusé a hacer una reseña porque la experiencia no fue del todo buena, y no me malentiendan, la música que esta chica y su banda escriben es maravillosa, y ni que decir sobre la manera en la que suenan en vivo, creo que este par de nenas saben que es indescriptible.
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El punto es, que para bien o para mal era un concierto prácticamente gratis, porque había cortesías hasta para aventar pa arriba, lo que llevó a lo que desgraciadamente resulta lógico, mucha gente estaba ahí por la entrada libre, sin la más remota idea de quien era la banda y al parecer ni sin siquiera ganas de saberlo.
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Como consecuencia (ven por qué no hice reseña, no quería ser quejumbrosa), la bola de gorrones, que eran muchos, estuvieron hablando y hablando y hablando. Una cosa es que cantes, grites y te emociones, otra que estén cientos de personas platicando de tal modo que no alcances a escuchar nada, pero en serio nada, de lo que sucede en el escenario.
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Cuando faltaban unos 20 minutos para que terminara la presentación, más de la mitad de la gente se había marchado, lo que hizo que el fin de la noche fuera muy agradable.
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Total que me enojó muchísimo, el hecho de pertenecer a un pueblo, que si bien tiene cosas buenas, no es capaz de ser un poco respetuoso y quedarse con la boca cerrada o de perdida bajarle cuando tiene que hacerlo.
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Así que aprovechando las bondades de mi tan odiado maispeis, entré al sitio de Elan, dije, total que puedo perder y envié el siguiente mensaje:
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Y que hoy me encuentro con esto:
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Andiiiiiiiiiiiii


viernes, septiembre 14, 2007

Migajón

Cuando cumplí dos años empecé a ir a la escuela. No era propiamente la escuela, era un centro en el que se enlistaba a los niños para tomar cursos varios de arte por las tarde.
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Considerando la edad, son muchos los recuerdos que albergo de esos días. Las enormes paredes verdes y moradas del cuarto de juegos. Las mesas provistas de materiales para hacer figuras con pasta de migajón. Las tarde-noches lluviosas que pasaba junto a los instructores (chico y chica) que dirigían el centro, entreniéndome con un juego de cartas de memoria, hasta que llegara mi madre (desde entonces siempre he sido a la última que recogen).
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Pocas veces, he sido tan feliz como lo fui esos meses, de hecho posterior a esa ocasión, sólo he vuelto a experimentar una sola vez un sentimiento positivo en equiparable intensidad, pero esa es otra historia.
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Un buen día, mis ganas de ir se empezaron a escapar, ya no me sentía bien todo el tiempo, excepto los momentos que pasaba con los instructores al final. La culpable, la maestra Angélica, que no era cortés con los más pequeños, pedía que lleváramos lonche extra para ella y nos amenazaba con decirle a nuestros padres que estábamos siendo malos si no cumplíamos sus peticiones.
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Mi madre, desde entonces y hasta la fecha (vaya que es constante), sin importar la crisis y lo grande que seamos, no ha dejado pasar un sólo 14 de febrero sin darme un regalo, el de aquel año era un enorme corazón de chocolate, que llevé orgullosa en mi lonchera, para regresar con ella completamente vacía, pese a que no había tomado siquiera un bocado.
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No conseguí mentir, nunca he sido buena para eso, y le dije lo que había estado pasando. Mi madre se enojó tanto que en ese mismo momento fue a exigir una explicación.
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La respuesta que obtuvo fue que en ese lugar no trabajaba ninguna maestra Angélica, la única persona con ese nombre era otra más de los estudiantes, una niña de nueve años. Desde ese día se acordó que los niños mayores no convivieran con los pequeños, así no podrían torturarlos, digo, influir en su desarrollo.
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Yo volví sólo una vez, esperé en el carro a que llegara el instructor a entregarme mi mandil y la manzana de migajón que había terminado días atrás, en vano fueron todos sus intentos de hacerme volver, y por mucho que quería estar ahí y el gran cariño que sentía por él y su compañera, el miedo pudo mas.
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Cuando cumplí los tres años no fui al kinder. No fue sino hasta los cuatro, que me obligaron a hacerlo porque cursarlo empezaba a ser requisito para entrar a la primaria.
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Lloré durante un año, todos y cada uno de los días en los que mi abuela me dejaba. Me quedaba lanzando gritos que se oían hasta mi casa, pegada a la reja del cerco del jardín de niños durante horas.
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Desde ese momento, hasta el último día de la universidad, sin importar los muchos amigos que tuviera, mi excelente desempeño y los montón de reconocimientos que ganaba, jamás dejé pasar una mañana sin maldecir el tener que ir a la escuela. Nunca había contado todo esto. Recordarlo aún duele.

jueves, septiembre 13, 2007

release me

La computadora de mi hermana tiene virus. Cada vez que se conecta una pastilla usb, se queda en coma. Es su método de protección para evitar la epidemia, sabe que es nociva y se detiene antes de hacerle daño a los demás.
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Tal vez los humanos deberíamos aprender de eso.

lunes, septiembre 10, 2007

you can´t stop the beat

Tras ver Hairspray por segunda vez, empiezo a entender por qué Zac Efron es un ídolo adolescente, shame on me.

martes, septiembre 04, 2007

De por qué odio a los pubertos, volumen I

Quien me conoce sabe que no me gustan los pubertos en general (como en todo hay excepciones), no me gustaban cuando era niña, no me gustan cuando fui uno de ellos, y ahora lo único que me provocan en mucha risa.
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He aquí lo que pasó ayer en mi primera clase de vocalización en el CEART. Me toca compartir a la maestra con una chica rubia, estudiante de la prepa del Cetys, que debe de tener unos 16 años.
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La maestra sale a ver algo en recepción, dejándonos solas para tener la siguiente conversación.
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(Imaginar ese tono de hablar como de soy-fresa-pero-bien-cool)
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puberta rubia: ¿Eres nueva verdad?
marisole: Sí.
puberta rubia: Pero como por qué o qué, digo, porque cuántos años tienes, debes tener como veintialgo...
marisole: 25.
puberta rubia: Ah que padre. Pero como por qué te aceptaron, osea quién se salió o que.
marisole: No sé, viene a hacer el casting, a la maestra le gustó y me aceptaron.
puberta rubia: Ah que padre, eh. Osea que raro pero que padre.
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Yo con mi estúpida cara tengo que ser paciente, aguantándome las ganas de decirle:
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Mira darling (la cortesía por delante), no es como que soy una cuarentona que despertó un día y dijo -que haré hoy, ah ya se, se me ocurre que podría intentar cantar- y si así fuera, que demonios importa si te están aceptando en el curso (en la lista había personas mucho mayores que yo, por eso es clase de canto para ADULTOS). Tengo muchos más años parándome en un escenario de los que tú tienes respirando este planeta y eso no me hace superior a ti, como tampoco te hace superior el que tus padres hayan tenido con qué pagarte clases toda la vida.
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En resumidas cuentas, cuando acabó la clase, quedó claro que:
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1. Su voz no es mejor que la mía.
2. Comete los mismos errores que yo, a pesar que tengo 19 años entre coros, estudiantinas, rondallas y demás, sin haber tomado una clase formal, y ella tiene no sé que tanto estudiando.
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Me molesta muchísimo la gente engreída, sobre todo cuando ni siquiera tiene algo con el nivel de ser presumido; obviamente la gente que en realidad llega al nivel, lo que no tiene es tiempo ni interés en andarlo presumiendo.
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No es como que me están haciendo un favor al aceptarme, me gané el lugar en la clase al igual que los demás. Y reconozco que posiblemente la maestra pueda batallar más conmigo, porque por supuesto que es más fácil enseñarle a alguien más joven que está menos maleado. Y si no hubo preparación más allá de la que me proporcionaron gratis en las escuelas a las que asistí, eso es algo que sólamente me incumbe a mí.
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Así es que si un día llegaran a ir y se encontraran un cartel con una foto mía, prohibiéndome la entrada, sabrán que alguien fue desgreñada tras agotar mi incansable paciencia.

lunes, septiembre 03, 2007

respirar

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Tan pocas palabras para describir toda una vida.
La libertad de un sí, aunque no te digan cuando.

sábado, septiembre 01, 2007

Oh por Dios, acabo de hacer un Regina George. Si vieron Mean Girls, recordarán la escena en la que le dicen a Regina que las barras que ha estado comiendo, son para subir de peso y no para adelgazar.
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Entonces es cuando adorablemente (amo a Rachel McAdams) enloquece y grita. Si no la han visto, esta es la escena => Regina Screams.
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Pues hace unos minutos hice lo mismo afuera de un cajero en Calimax, después de recorrer medio Mexicali y haber encontrado cinco cajeros descompuestos (en los que sólo hice berrinche moderado).
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Lo se, voy camino al psiquiátrico.