Hace unos meses, antes de tener un trabajo formal, estuve un par de semanas ayudándole a mi tío en su consultorio médico. Recuerdo haber estado ordenando expedientes, cuando hubo uno en particular que llamó mi atención.
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Su nombre era Alejandra, tenía cuatro años más que yo. Lo interesante, eran las letras que llenaban el campo denominado como Profesión, decía Pintora. Me pareció algo curioso, puesto que la mayoría de la gente tiene carreras un poco más convencionales, y el ser músico, pintor, escritor, en fin, artista en general, se convierte en algo que no va más allá de un hobbie.
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Ella tenía cita la última hora del último día en el que yo estaría de recepcionista. Tenía gran curiosidad por verla. Llegó con su padre, ella radicaba en Tijuana, con su esposo. Mientras atendían al señor, ella se quedó en la recepción. Al verla, pensé que era una de las muchachas más bonitas que había visto en mi vida, no usuaba maquillaje y portaba ropa sencilla, y sobre todo, irradiaba mucha paz.
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Hizo algunos comentarios agradables sobre mi color de cabello, y algunas otras cosas triviales. Después escuché brevemente algunas cosas de las que platicó con su padre, sobre lo difícil de su trabajo, del poco tiempo que disponía para convivir con su familia, pero después de todo, aseguraba sentirse muy contenta y agradecida con su vida.
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Es es la única vez que recuerdo haber sentido envidida (no en mala onda por supuesto). De alguna forma, ella es el tipo de persona en la que me gustaría convertirme algún día.
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Jaja, en fin, como sea :)
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1 comentario:
Si damos pasos y nos sentimos agusto con ellos, estamos del otro lado.
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