Ibamos esta tarde mi amigo Beto y yo, deambulando apaciblemente por las calles de esta hermosa metrópoli, dirigiéndonos a un lugar para comer.
Ibamos dialogando, no recuerdo sobre que cosa, cuando de repente, veo a unos metros en el camino a una paloma, cuyo cuerpo apuntaba hacia donde estaba yo. Me vió, la ví, nuestras miradas se mantuvieron fijas y luego el mundo se eclipsó ...
Por mero instinto volteo al espejo retrovisor y sólo veo plumas, flotando irregularmente sobre un fresco cadáver.
La atropellé!!, ¿qué clase de persona atropella a una paloma? ¿Qué clase de paloma no vuela cuando un auto se le echa encima?
Fue totalmente traumático, soy oficialmente una asesina :'( Beto piensa que la paloma era infeliz y buscaba suicidarse, yo no sé aún que pensar, sólo sé que por alguna razón, después de eso, no pudimos parar de reir...
3 comentarios:
Estoy de acuerdo con Beto, la paloma buscaba la muerte...No era una paloma común y corriente. Y creo que la risa es una bella forma de honrar su corta y trágica vida
Me paso algo similar con un perro. Iba manejando en la noche a prudente velocidad a unas cuadras de casa, todo estaba sumamente oscuro, sin una luz encendida, como si hubiese habido un apagón, incluso la escasa luz de los faros del coche disminuían aun mas la vista del lugar. Unos ojos brillantes surgen de repente como por generación espontánea a mitad de la calle, la mirada de un perro negro, la mas triste y deprimente mirada que puedas imaginar se clava en mi vista, mi reacción: voltear bruscamente volante, frenar y esquivarlo sin siquiera espejear por si venia algún carro por la otra calle o ver si había algún obstáculo, después de un momento, volteé mi cabeza temblorosa hacia atrás para ver que había pasado, el perro seguía ahí volteando hacia mi, pero esta vez con la mirada aun mas triste, como culpándome de frustrar su intento suicida por acabarse con el mismo. Asi duramos un momento, hipnotizados viéndonos uno al otro, no se cuanto tiempo fue, bien pudo haber sido un segundo o tal vez cinco minutos, entonces el perro agacho la vista y desde aquel momento no he visto una mirada tan deprimente como la de el perro negro suicida con ojos brillantes cruzando una oscura calle a mitad de la noche.
Una semana después pasando por la misma calle encontré su cadáver, estaba vez al parecer sus planes tuvieron éxito y de alguna manera mis buenos reflejos solo alargaron su agonía.
Tal vez esta paloma pasaba por una etapa similar, tuviste suerte en no ver su segunda mirada.
Quien dice que la muerte no es el inicio, por cierto sorry por las terribles faltas ortográficas y gramaticales arriba.
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