Cuándo

No te levantas, pero los intensos rayos del sol que han dejado de filtrarse delicadamente para entrar cual desbordante crisol, y calentar esos centímetros con fría expresión, te indican que pronto será hora de hacerlo.

Abres un poco los ojos, sólo para asegurarte que sigues en el mismo sitio en el que estuviste concientemente inconciente, mientras intentas dejar de escuchar las piedritas que caen al techo, para concentrarte en tu respiración.

No sientes las olas, pero sabes que están ahí. Para que levantarse si ya sabes que están ahí. Esperas, cierras los ojos y sonríes. Sonreir se ha vuelto tu pasatiempo favorito estos días. Te das la vuelta para seguir durmiendo y descubres que tus pies no se mueven como antes, eso pasa cuando el azul está en todo, menos en el cielo y en esas olas que no necesitas ver.

De verdad no quieres levantarte, desearías robar un poco de sueño para tener un pretexto para quedarte adherido al blanco y al negro. Los minutos transcurren y temes que el tiempo se esté valiendo de tí para no avanzar. No quieres que termine el momento, pero no dejas de sentir curiosidad.

Vuelves a sonreir (si es que alguna vez dejaste de hacerlo) y optas por seguir. Aún no has decidido creer si el tiempo es finito o infinito. No obstante, algo te dice que vale la pena guardar los recuerdos en un par de cajas y buscar nuevos colores. Para qué estancarse, por qué no estar dispuesto a escuchar las olas un poco más de cerca.

Sientes un poco de miedo. Desconoces que lunas después te reirás de ese miedo, con la risa más triste que habías pensado podía ser escrita. Con cada una de las chispas que se callaron sin permiso para retrasar la salida del sol y dibujar planetas en esas paredes que hoy sabes, lo capturan todo...