Preaching The End Of The World

Post arrumbado a punto de ser elimado, y sorpresivamente terminado al encontrar un poco de inspiración en leer --->este<--- y acordarme de --->esto<--- y --->aquello<---

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Me levanto todos los días a la misma hora, unos minutos más tarde si él se quedó a ver televisión, unos minutos más temprano si mi compañía fueron las pesadillas. Ir al trabajo se ha convertido en algo más que una rutina, es mi vida. Con mucho esfuerzo apenas puedo recordarme haciendo otra cosa.

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Todo se ve tan lejano, los terrorríficos exámenes de Historia con Castillo, las tardes de verano tiradas en el cuarto de Dania hojeando revistas de patinetas, estirando el presupuesto con Claudia para alimentarnos con 30 pesos un sábado de laboratorio, el Hery dormido sobre el teclado de la compu arruinando la práctica recién acabada para la clase de Redes.

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Lo extraño tanto, aunque apenas lo tengo presente.

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A veces por alguna causalidad vuelvo a caminar por las banquetas del Salva y el Cetys, mientras entiendo cada vez más que ya no me pertenecen, que la persona que alguna vez fue uno entre el suelo y el cielo se desvaneció con el viento. Yo tampoco podría reconocerla.

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Hay días en los que me siento grande, cada vez son mas. Y casi sin sentirlo me descubro de un ajeno estereotipo de quien fui y quien creía que algún día sería.

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Veinticuatro. Aún aquí.