Desconocidos Volumen II
Y ya no somos los mismos. Nuestros ojos siguen mirándose, nuestros labios siguen degustando con interés las palabras, sólo que el suelo en el que nos sentamos es distinto, al punto de palparse la perdida naturalidad de saber que nos veríamos pronto sin necesidad de acordarlo.
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Porque tal vez somos menos niños aunque nos sigamos viceralmente riendo al recordar las cosas con la misma intensidad con la que fueron vividas la primera vez: Porque aún existen muchas otras que jamás hubieron de comentarse y se quedaron suspendidas en el rojo iris de los ojos de un gato fugitivo que nos hizo compañía.
Y ya no somos los mismos. Nuestros ojos siguen mirándose, nuestros labios siguen degustando con interés las palabras, sólo que el suelo en el que nos sentamos es distinto, al punto de palparse la perdida naturalidad de saber que nos veríamos pronto sin necesidad de acordarlo.
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Porque tal vez somos menos niños aunque nos sigamos viceralmente riendo al recordar las cosas con la misma intensidad con la que fueron vividas la primera vez: Porque aún existen muchas otras que jamás hubieron de comentarse y se quedaron suspendidas en el rojo iris de los ojos de un gato fugitivo que nos hizo compañía.
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Mientras hablamos nos desprendemos poco a poco de lo que aquellos días fuímos y de en lo que siempre evitamos caer; porque dejamos de ser irreales, porque no hemos decidido el saber si queremos seguir unidos.
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Y nos despedimos sin azul silencio, como la vez que intentaste pensarme más, pero me dolía la cabeza.
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