viernes, septiembre 14, 2007

Migajón

Cuando cumplí dos años empecé a ir a la escuela. No era propiamente la escuela, era un centro en el que se enlistaba a los niños para tomar cursos varios de arte por las tarde.
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Considerando la edad, son muchos los recuerdos que albergo de esos días. Las enormes paredes verdes y moradas del cuarto de juegos. Las mesas provistas de materiales para hacer figuras con pasta de migajón. Las tarde-noches lluviosas que pasaba junto a los instructores (chico y chica) que dirigían el centro, entreniéndome con un juego de cartas de memoria, hasta que llegara mi madre (desde entonces siempre he sido a la última que recogen).
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Pocas veces, he sido tan feliz como lo fui esos meses, de hecho posterior a esa ocasión, sólo he vuelto a experimentar una sola vez un sentimiento positivo en equiparable intensidad, pero esa es otra historia.
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Un buen día, mis ganas de ir se empezaron a escapar, ya no me sentía bien todo el tiempo, excepto los momentos que pasaba con los instructores al final. La culpable, la maestra Angélica, que no era cortés con los más pequeños, pedía que lleváramos lonche extra para ella y nos amenazaba con decirle a nuestros padres que estábamos siendo malos si no cumplíamos sus peticiones.
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Mi madre, desde entonces y hasta la fecha (vaya que es constante), sin importar la crisis y lo grande que seamos, no ha dejado pasar un sólo 14 de febrero sin darme un regalo, el de aquel año era un enorme corazón de chocolate, que llevé orgullosa en mi lonchera, para regresar con ella completamente vacía, pese a que no había tomado siquiera un bocado.
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No conseguí mentir, nunca he sido buena para eso, y le dije lo que había estado pasando. Mi madre se enojó tanto que en ese mismo momento fue a exigir una explicación.
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La respuesta que obtuvo fue que en ese lugar no trabajaba ninguna maestra Angélica, la única persona con ese nombre era otra más de los estudiantes, una niña de nueve años. Desde ese día se acordó que los niños mayores no convivieran con los pequeños, así no podrían torturarlos, digo, influir en su desarrollo.
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Yo volví sólo una vez, esperé en el carro a que llegara el instructor a entregarme mi mandil y la manzana de migajón que había terminado días atrás, en vano fueron todos sus intentos de hacerme volver, y por mucho que quería estar ahí y el gran cariño que sentía por él y su compañera, el miedo pudo mas.
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Cuando cumplí los tres años no fui al kinder. No fue sino hasta los cuatro, que me obligaron a hacerlo porque cursarlo empezaba a ser requisito para entrar a la primaria.
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Lloré durante un año, todos y cada uno de los días en los que mi abuela me dejaba. Me quedaba lanzando gritos que se oían hasta mi casa, pegada a la reja del cerco del jardín de niños durante horas.
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Desde ese momento, hasta el último día de la universidad, sin importar los muchos amigos que tuviera, mi excelente desempeño y los montón de reconocimientos que ganaba, jamás dejé pasar una mañana sin maldecir el tener que ir a la escuela. Nunca había contado todo esto. Recordarlo aún duele.

6 comentarios:

joe dijo...

ahora te tocó a tí. eso de las regresiones duele mucho, eh??? pero sabes??? después de todo, no es tan malo. al final puedes recordar también lo lindo y hablar de todo sin que exista ese huequito que hacía doler.

y además, hiciste una manzana!!!

marisol pequeñita de dos años haciendo manzanas de migajón, qué bella!!!

:)

Unknown dijo...

Las niñas lindas no usan tijeras. (L)

Anónimo dijo...

Yo solo fui un año al kinder, al igual que tu, ya no tuve opción...

Y si estamos en eso de las confesiones escolares tristes y culpables, yo lloraba tanto en primero de primaria, que mis hermanas mayores tenían que ir en los recreos a verme jugar a través del cerco para mi tranquilidad personal... (creo que eso fue demasiado para ser mi primera vez comentando por aquí...)

Tambien me impresionó en demasía ver a una niña comer su Resistol...

serafo dijo...

Gold Fish.

No recuerdo mucho, paredes anaranjadas, payasos? osos?, muchos niños y niñas, juguetes, uniforme creo a rayas finas blancas y azules.

Mis zapatitos negros y calcetines blancos, peinado a la BenitoJuarez.

Lo que sí recuerdo y quizá era un sueño, un gran árbol y en la base un charco de agua, ahí un pez dorado. La imagen es perfecta, no clara pero sí perfecta para mí, es lo que más recuerdo.

La escuela en general me intimidaba los primeros días. Ahora me incomoda y da hueva.

Its Maky Bitch! dijo...

yo tmb me acuerdo de mis talleres de teatro y asi de cuando era una mocosa..
y pues ya me queda un añito para terminar la carrera y maldigo todos y cada uno de los dias que tengo q levantarme temprano.
Jajaja dudo extrañar eso0.

meli dijo...

aww..

es que aveces las personas no saben lo que te puede llegar a marcar ese tipo de cosas...

:) saludos..

y si en efecto espero con ansias graduarme para no volver a la escuela.. no dentro del primer añito.. lo bueno que quedan escazos...3 meses para que esto suceda...