sábado, mayo 14, 2005

Realidad pintada a colores

Los sueños, creo que han sido los compañeros más fieles a lo largo de mi vida. Desde que era muy pequeña recuerdo que me encantaba soñar. La posibilidad de cerrar los ojos, y por horas perderte en mundos nuevos, experimentar todo tipo de sensaciones y tener la seguridad de que al despertar todo desaparecerá, y al volver a dormir, regresa la oportunidad de empezar todo, de pintar con nuevos colores.

Aprendí que soñar es genial, puedes ser lo que quieras, ir a donde se te antoje y ser libre de hacer todo lo que siempre has deseado, sin limitaciones, sin barreras, y no me refiero tanto a los límites que nos dan las leyes (tanto las hechas por el hombre, como las de la naturaleza), sino más bien, por todas aquellas fronteras que como seres humanos temerosos ponemos ante nuestros anhelos.

En momentos difíciles, no había algo más que soñar. Cerrar los ojos y crear una realidad alterna, que ayudara a mitigar los minutos días llenos de tristeza o enojo, que permitiera hacer más llevaderos los días.

Fue entonces cuando dejé de soñar. Cuando me enfurecía el simple hecho de pensar en la posibilidad de algo, y ver que por diversas circunstancias, no estaba el poder obtenerlo. Cuando el imaginar, no conducía a nada verdadero, cuando las ilusiones eran eso, solamente imágenes vacías cuyo reflejo jamás permitía la entrada al otro lado del espejo.

Pero volví a soñar, volví a creer, volví a ser yo.

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