lunes, enero 30, 2006

Amor

Y fue entonces cuando sus ojos se libraron de lágrimas y su interior se llenó de una paz austera, tan sobria, al grado de ser casi inquietante. Porque sabía que nada podría detener sus pasos, que nadie volvería a pintar colores en esas paredes ahora anegadas en sangre, porque no estará permitido conservar razones para creer.

Y tomó sus vacías intenciones y cruzó la puerta, y por horas no pensó en otra cosa excepto en aquellos ojos tan intensos, evasivos, carentes de sinceridad, al momento en que juraba jamás revelar lo ocurrido en los vergonzosos minutos en los que él la obligaba a mirarse al espejo.

Cerró los ojos muy fuerte, y dejó que por sus dedos resbalara la tinta, siguió oyendo, más no escuchando y sonrió, por qué no hacerlo, por qué intentar detener lo inevitable.

Olvidó sus vagas ilusiones y me abrazó, porque después de todo se sabía la más hermosa, porque era la única que podía despertarme del sueño en el siempre trato de quitarme la vida...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

una perspectiva precisa, exacta, sin aparente sentido...pero ¿que tiene sentido en este sentimiento?...

Anónimo dijo...

Enterrado en el cuarto nadando en sangre, intentando desaparecer que por razones de la conciencia y el silencio quien sabe…
Un cambio y una línea en blanco…

Un par de anclas a la vida, de ambos lados, dándole sentido a todo…