Ventidós De Julio

Hace unos días deambulaba en los foros de computación, buscando la posible solución a un error de un servidor, cuando los encontré. Eran tú y la característica manera impaciente de pedir respuestas que siempre te acompañaba.

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No pude evitar sonreir a leer tus palabras atropelladas. Por la fecha, hora y temática, sin duda lo escribiste en uno de esos momentos de estar hartos, a mitad de la madrugada, escuchando música a todo volumen y totalmente drogados por tanta cafeína, mientras evitabamos caer dormidos sobre las mesas del laboratorio.

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La verdad es que pienso mucho en tí, posiblemente lo hago todos los días. A veces sin darme cuenta se me atraviesa un detalle, un sonido, un color, casi cualquier cosa que sin mover mucho, desempolva un recuerdo que creía perdido en el afán de haber sido guardado con doble candado para nunca dejarlo ir.

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Te siento aquí, cada vez que veo un gato, cada que escucho una canción de Avril Lavigne, cada que alguien pide una moneda de cinco pesos, cada que sé de alguien que no se da por vencido y cree que tiene que haber mas.

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Por eso no voy a verte, por eso no me esforcé en hacer contacto cuando sabía que la fecha se acercaba. Porque sentarme una hora en una absurda misa, porque pararme otras tantas entre el rayo del sol y tu tumba no cambia absolutamente nada. Porque el que yace ahí nunca has sido tú. Porque no hay necesidad del tiempo, para hacer presente el que te hayas ido. Porque estás aquí.